Thursday, February 10, 2005

La organización, la economía del lenguaje y el ritmo

1. La organización

El poema, en lo que se refiere a su estructura formal o métrica, está organizado mediante la distribución de una serie de líneas, de unidades rítmicas, llamadas versos. Es decir, cada línea, por breve o extensa que sea, constituye un verso.
El verso es la unidad métrica más pequeña que compone la organización del poema.
Si agrupamos una serie de versos que se complementan y forman una unidad de contenido y forma conseguiremos una estrofa.
La estrofa es la unidad métrica inmediatamente superior que compone el poema, y su naturaleza y extensión están sujetas a la mera voluntad o estrategia del poeta, siga o no la tradición establecida.
El poema es el producto final, el resultado de la composición que el poeta estime conveniente; se supone que es el objeto resultante, con la forma y el contenido elegidos con absoluta libertad, que haya dispuesto el poeta.

2. La economía de lenguaje

Una de las condiciones especiales de la poesía se sustenta en la capacidad de transportar la mayor carga de contenido y significado utilizando el menor número de materia posible, es decir, de palabras. La efectividad y particularidad del lenguaje poético depende de gran medida de este requisito. Si escribimos la idea que tenemos en mente, estamos confeccionando prosa. Una de las maravillas de la poesía consiste en la capacidad de sugestión que adquieren las palabras. En poesía, sugerir, evocar, dejar casi dicho y a la vez decirlo plenamente, de una forma abierta y a la vez efectiva, constituye, no una ventaja, sino una condición indispensable.

Antonio Machado

“Hoy es siempre todavía.”
(Nuevas canciones)

Este poema está compuesto por un sólo verso, que a su vez es una sola estrofa y, cómo no, un poema íntegro.

3. El ritmo

El ritmo puede provenir de diversas fuentes, ya sea la métrica, con sus normas estrictas y bien definidas, o bien de la elección y organización aparentemente aleatoria de las palabras.

Blas de Otero

“MADEMOISELLE Isabel, rubia y francesa,
con un mirlo debajo de la piel,
no sé si aquél o ésa, oh mademoiselle
Isabel, canta en él o si él en ésa.

Princesa de mi infancia: tú princesa
promesa, con dos senos de clavel;
yo, le livre, le crayon, le... le..., oh Isabel,
isabel..., tu jardín tiembla en la mesa.

De noche, te alisabas los cabellos,
yo me dormía, meditando en ellos
y en tu cuerpo de rosa: mariposa
rosa y blanca, velada con un vuelo.
Volada para siempre de mi rosa
-mademoiselle Isabel- y de mi cielo.”